En 1995, la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing marcó un hito en la lucha por la igualdad de género. Treinta años después, nos encontramos en un contexto global que oscila entre avances significativos y alarmantes retrocesos democráticos que ponen en peligro los derechos conquistados. En este escenario, el feminismo se enfrenta a nuevos y viejos desafíos.

La democracia, como sistema que debiera garantizar la participación y el respeto de los derechos humanos, está bajo asedio. En diversos países se han observado retrocesos preocupantes  en materia de género y derechos humanos, impulsados por gobiernos autoritarios o neoconservadores que ven en la agenda feminista una amenaza a su status quo. La creciente criminalización de la protesta social, la represión contra defensoras de derechos humanos, el negacionismo de la violencia de género y la censura a la educación sexual integral son sólo algunos de los signos del peligro que enfrentamos.

A nivel global, la llegada al poder de líderes ultraconservadores ha significado la derogación de leyes de protección a las mujeres, el cuestionamiento del derecho al aborto y el fortalecimiento de discursos antifeministas que buscan reinstaurar un orden patriarcal. La irrupción de fuerzas reaccionarias no solo afecta los derechos de las mujeres, sino que erosiona la democracia misma.

Los sectores conservadores han intensificado su ofensiva contra los derechos de las mujeres y diversidades sexuales, enmascarándose bajo discursos de «libertad de opinión» o «protección de la familia». Sin embargo, lo que realmente buscan es perpetuar un sistema de privilegios donde las mujeres y disidencias continúen relegadas a roles de subordinación.

A pesar del escenario adverso, los avances logrados gracias a la organización de las mujeres y feministas son innegables. En Chile, el proceso constituyente demostró que, gracias a la movilización de los movimientos de mujeres, la paridad es posible en los espacios de representación política.

Por otro lado, la lucha contra la violencia hacia las mujeres  sigue siendo un eje prioritario. La visibilización de femicidios y otras formas de violencia estructural ha permitido presionar por legislaciones más robustas, aunque la impunidad y la falta de recursos siguen siendo obstáculos significativos. En este sentido, el enfoque de cuidados ha emergido como una demanda fundamental para garantizar la autonomía económica y personal de las mujeres. El reconocimiento del trabajo de cuidados, tanto remunerado como no remunerado, es una condición clave para avanzar en equidad y justicia social.

En este contexto, el feminismo se enfrenta a un desafío crítico: cómo seguir articulando una lucha efectiva en un mundo donde la ofensiva patriarcal y autoritaria se recrudece. En vísperas del 8 de marzo, algunas ideas para este tiempo convulso:

  • Fortalecer la unidad y la organización feminista: Es fundamental consolidar alianzas entre movimientos sociales, académicos, activistas y la sociedad civil para defender los derechos conquistados y seguir avanzando.
  • Combatir la desinformación y el discurso de odio: La proliferación de noticias falsas y discursos antifeministas en redes sociales es un arma utilizada por sectores conservadores. Es crucial desarrollar estrategias comunicacionales efectivas para contrarrestar estos ataques y promover narrativas basadas en derechos humanos.
  • Exigir políticas públicas con enfoque de género: Asegurar presupuestos adecuados para la implementación de políticas que aborden la violencia de género, el acceso a la salud sexual y reproductiva y la equidad en el trabajo de cuidados.
  • Garantizar la participación de las mujeres en la toma de decisiones: La paridad debe ser un estándar en todos los espacios de poder, desde el ámbito político hasta el económico y social.

A 30 años de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, el movimiento de mujeres y feministas  sigue siendo una fuerza imparable de transformación social y cultural, pero enfrenta un contexto hostil que exige mayor organización y resistencia. La democracia, la igualdad y la libertad están en juego, y el desafío es seguir siendo un faro de esperanza en tiempos de sombras.

No podemos permitir que los retrocesos dictados por sectores reaccionarios nos arrebaten lo conquistado. Es tiempo de redoblar los esfuerzos, de seguir alzando la voz y de reafirmar que sin feminismo no hay democracia, y sin democracia no hay justicia para todas.

Por Paula Salvo del Canto, directora de Corporación Humanas

Columna de opinión publicada en CIPER, 08 de marzo del 2025

*foto de ATON