Por Constanza Schönhaut (Abogada de Corporación Humanas)
Vale hacer un llamado a las dirigencias, a las y los líderes deportivos a tomar una posición activa en promover que se implementen los protocolos y procedimientos contra el acoso y abuso sexual, pero sobretodo, a que se denuncie.
Larry Nassar, entrenador de gimnasia y Jerry Sandusky, entrenador de fútbol americano; Renald Knysh, entrenador de gimnasia artística; Francisco Rueda, entrenador de clavadistas; Bertrand Charest, entrenador de esquí. De Estados unidos, Rusia, México y Canadá, respectivamente. Estos son solo algunos de los nombres de entrenadores que han sido acusados y -salvo uno- condenados por abuso sexual.
Como vemos, y como lo explicitó también en 2007 el Comité Olímpico Internacional (COI): “tanto el acoso como el abuso sexual se producen en cualquier deporte y a cualquier nivel, y parece ser que con mayor frecuencia en el deporte de élite”. No tiene que ver con el vestuario deportivo ni con el tipo de deporte, sino con la situación de jerarquía entre entrenadores y deportistas, con la máxima de lealtad y responsabilidad con el equipo, con los viajes lejos del entorno familiar y la estrecha convivencia en las concentraciones. Todos factores que nos permiten afirmar que no hay razones para pensar que un deporte en particular esté exento, a buenas y primeras, de situaciones de acoso o abuso sexual.
Asimismo, si vemos los antecedentes y las preocupaciones del COI, no parece ser un asunto que quede relegado a uno u otro continente. El acoso y el abuso son un asunto transversal. Afecta a la política, los espacios laborales, los espacios públicos, los espacios familiares, ¿cómo no al deporte? Sin embargo, la situación precaria de competencia deportiva -particularmente de las mujeres- que se ha denunciado en tantas ocasiones, parece hacer de este tema, el último en la lista, incluso un tabú.
Por lo mismo, en marzo de este año, en un programa de la televisión abierta, Tomás González sorprendió cuando consultado por la situación de acoso y abuso sexual en el deporte, comentó: “Yo me acuerdo de haber visto un par de veces algunos entrenadores que agarraban más de la cuenta en alguna elongación de alguna alumna”. Un año antes, Giuseppina Lobos, periodista deportiva, también denunciaba: “En mi antiguo trabajo mi jefe me pidió cambiar mi forma de vestir porque me dijo que los futbolistas me consideraban como un pedazo de carne al momento de bajar a la cancha”, agregando, “una vez haciendo un despacho en la previa de la final de la Copa América entre Chile y Argentina, un hombre llegó y me dio un beso en cámara“. El mundo deportivo no está exento de estas prácticas.
Hace unos días, apareció en prensa información respecto a posibles “conductas inadecuadas” del entrenador de la selección chilena femenina hacia algunas jugadoras. La capitana del equipo fue tajante en desmentir el caso y llamar a concentrarse en los próximos partidos. Debido a que el asunto se encuentra en investigación por parte de la ANFP, parece pertinente tomar pausa y no dejar que el árbol no nos deje ver el bosque.
Si bien es fundamental respetar el principio de inocencia, también es cierto que cuando no hay institucionalidad para denunciar, sancionar y prevenir situaciones de acoso y abuso, es altamente probable que esos casos existan y más aún que se encuentren naturalizados incluso por las eventuales víctimas. Puede que este caso en particular con esta persona en particular se trate de un malentendido y está muy bien que se respete el procedimiento existente antes de anunciar una conclusión. Pero, como hemos podido ver en los procesos de instalación de protocolos contra el acoso y el abuso sexual en distintas organizaciones e instituciones, éstos sólo funcionan en la medida en que existen garantías para que las víctimas denuncien sin ser revictimizadas con represalias, con exclusiones o malos tratos, con filtraciones de terceros, o con reproches del equipo.
Por ello, vale hacer un llamado a las dirigencias, a las y los líderes deportivos a tomar una posición activa en promover que se implementen los protocolos y procedimientos contra el acoso y abuso sexual, pero sobretodo, a que se denuncie. La posibilidad de cambiar las prácticas naturalizadas o toleradas como contrapartida de oportunidades, pasa por evidenciar dónde y cómo se expresan y reproducen.
Es difícil que esto pase cuando hay defensas tan cerradas ante inquietudes o denuncias. Por tanto, más allá de la situación particular del DT en cuestión y más allá de que sea cierto que en la selección no se tengan identificados casos similares, es importante ver debajo del agua, ver qué está pasando en los clubes, qué está pasando en las sub 17 y las sub 15; implementar planes de prevención, formación y difusión de buenas prácticas; establecer canales, instancias y procedimientos claros de denuncias; y sancionar correctamente cuando proceda. Esto es lo que, entendemos, ha venido impulsando la ANJUFF con apoyo del SIFUP y ojalá pueda ser desarrollado, también, en otras ramas deportivas del país.
La Declaración de Consenso del COI de 2016 identifica cinco formas principales de acoso y abuso: abuso psicológico, abuso sexual, acoso sexual, abandono y abuso físico. Y alerta que éstas “pueden menoscabar el rendimiento de los atletas, estar asociados con el dopaje, aumentar la disposición de los atletas a hacer trampas, conducir al abandono del deporte […] enfermedades psicosomáticas, trastornos alimentarios, ansiedad, depresión, abuso de sustancias, autolesiones e incluso suicidio”. Seamos responsables y adelantémonos. El acoso y el abuso sexual son una realidad en la sociedad completa y la mayor negligencia es no hacer nada para empezar a revertir esta cultura que nos violenta y nos desplaza.
Publicado en The Clinic