Este año es la primera vez que Chile va a una Copa Mundial de Fútbol Femenino en el que ha sido uno de los eventos más importantes del último tiempo.
Por Constanza Schönhaut Soto, abogada de Corporación Humanas
La historia del fútbol (masculino) está fechada en 1863, cuando se crea la Asociación de Fútbol de Inglaterra, esto es, 156 años atrás. Y aunque en esa fecha ya se jugaba a la pelota entre mujeres, fue solo en 1894 cuando Nettie Honeyball, una activista de los derechos de las mujeres, fundó el primer club femenino, denominado “British Ladies Football Club” con el fin de demostrar que la mujer podía emanciparse y tener un lugar importante en la sociedad. Un año después, se jugó el primer encuentro oficial entre equipos femeninos frente a unas 10.000 personas.
Según versa un artículo de esta historia, la gente y los medios reaccionaron de manera dispar. El periódico de Manchester expresaba: “No hay razón para que las mujeres no hagan suyo este deporte como una nueva y saludable forma de ocio”. Mientras, el Bristol Mercury and Daily Post aseguraba “no saben y nunca sabrán jugar al fútbol como hay que jugar […] Nosotros, por nuestra parte, nos alegramos de que las mujeres no sepan jugar al fútbol. Y aunque fueran capaces de ello, este deporte siempre será inapropiado para su sexo”. Expresiones no muy distintas a las utilizadas -tácita o expresamente- en muchos debates actuales sobre igualdad de género.
Bueno, así fue como siete años después, en 1902, la Asociación Inglesa de Fútbol (masculino) prohibió el fútbol de mujeres y jugar contra equipos femeninos. Esta prohibición hacía eco de la misma medida tomada años antes por Holanda y en Alemania, quienes alegaban estar “preocupados” por la salud de las mujeres y poco tardó en llegar a América Latina, donde ya empezaba a jugarse fútbol femenino a principios del siglo XX, pero que años después terminó prohibiéndose en varios países, aludiendo a necesarios “deportes más femeninos”, “que no pusieran en riesgo la naturaleza frágil” de la mujer o que pudieran “alterar la delicada psicología femenina”. Estereotipos que se siguen replicando, pero con más elegancia en nuestros días.
Fue sólo a partir de los años ‘70 que estas prohibiciones empezaron a levantarse y recién en 1991 la FIFA organiza la primera Copa Mundial de Fútbol Femenino, esto es 61 años después de la primera copa mundial masculina. 61 años.
Y en Chile, la primera selección de fútbol femenino se formó en 1991 a cargo del ex entrenador de Colo Colo, Bernardo Bello, encabezando el equipo que participó en el Sudamericano de Brasil. Sin embargo, fue solo en el año 2008 que se organizó el primer campeonato nacional de fútbol femenino en Chile. 2008.
Este año es la primera vez que Chile va a una Copa Mundial de Fútbol Femenino en el que ha sido uno de los eventos más importantes del último tiempo. No solo porque se da en un momento de movilizaciones feministas a nivel global, sino porque la audiencia del fútbol femenino ha ido creciendo exponencialmente.
De hecho, para este Mundial, las entradas del evento inaugural, semifinal y final se agotaron en 48 horas, y la final del Mundial de 2015 que se batió entre Canadá y Estados Unidos, fue el partido de fútbol más visto de la historia de este país, convocando a 25 millones de espectadores, según cuenta BBC News.
Los deportes en general, el fútbol en particular, no han estado exentos de los estereotipos de género, de la exclusión de mujeres y de la desigualdad de trato que hemos estado denunciando desde diversos espacios de la vida en sociedad, como la política, la academia, la educación escolar, los trabajos remunerados y no remunerados, los espacios públicos y los directorios de empresas. Visibilizando que estas temáticas responden a una desigualdad estructural que tiene al patriarcado como eje ordenador de la sociedad según sexos y géneros.
Actualmente, cuando hablamos de desigualdad en el fútbol, hablamos de que el premio del mundial de mujeres es 10 veces menor que el del mundial de hombres; que a las mujeres en Chile las mandan en clase económica y a los hombres en primera; que a los futbolistas no solo les pagan sueldos, sino que son estratosféricos, mientras a las mujeres se les paga solo con aplausos. Que mientras los hombres se ganan portadas de reyes y goleadores, las jugadoras se tienen que bancar un análisis de su simetría facial o una alusión a su condición de madreo al rol de su pareja hombre u otras barbaridades sexistas.
Venimos cargando con siglos de patriarcado, con 156 años de fútbol masculino, con 70 años de prohibición de fútbol femenino (en occidente) y aguantando en pleno siglo XXI discriminaciones por el solo hecho de ser mujeres.
Es cierto que hay otros asuntos que resolver del fútbol y las sociedades contemporáneas -la corrupción, el negociado, la violencia, la desigualdad económica, de género y tantas otras-, pero si se van a acordar de estos problemas cada vez que las mujeres anotamos un gol por la igualdad de género, es que están jugando para el otro equipo.
Por eso resulta inentendible que al día de hoy revistas como Charlie Hebdo se pongan en la barra brava del anti-fútbol femenino desde la idea de que todo futbol es malo. Todo bien si no les gusta el fútbol por las razones que sea, pero en esta pasada decidieron jugar para el equipo rival, ¿por qué?, bueno eso será pega para los psicoanalistas porque eso de la pelota en el clítoris, el fútbol femenino asociado solo a vaginas y el “tragársela/comérsela” del titular, dice harto más de sexismo que de fútbol.
Publicada en Qué Pasa