Esta semana salió a la luz pública la denuncia de violencia de una joven mujer, Valentina Henríquez, en contra de su ex pareja, Camilo Castaldi, el conocido vocalista de la banda de funk nacional “Los Tetas”, conocido como “Tea Time”.
La víctima, Valentina, expone un desgarrador testimonio en la red social Facebook, respecto de las múltiples agresiones que sufrió por parte de quien fue su pareja durante dos años, testimonio que acompaña de fotografías de la última agresión y una denuncia ante carabineros de Chile, respecto de la cual se llevó a cabo un procedimiento por flagrancia entre la noche del sábado 1 y el domingo 2 de julio, en el que el agresor, Camilo Castaldi, fue detenido y pasado a control de detención el mismo sábado ante el 7° Juzgado de Garantía de Santiago, siendo formalizado por el Ministerio Público por el delito de lesiones menos graves en contexto de violencia intrafamiliar, fijándose un plazo de investigación de 60 días y determinado la medida cautelar de prohibición de acercamiento a la víctima mientras dure la investigación.
El concepto de flagrancia se utiliza para referirnos a algo que se está ejecutando en el momento o que resulta tan evidente que no necesita prueba, lo que en la práctica implica que el delito prácticamente se encuentra comprobado. Sumado a ello, los detalles que presenta el relato de la víctima, coinciden plenamente con las etapas del ciclo de violencia en la pareja: Fase de calma, de acumulación de tensión, de explosión y de luna de miel. Todo lo anterior, lo hace de por sí, un relato absolutamente creíble y fehaciente.
La violencia hacia las mujeres no es un tema de moda, la violencia hacia mujeres ha existido siempre, en distintos contextos e intensidades, pero hoy en día ha dejado de ser invisible.
El sólo hecho de que Valentina respalde su denuncia pública en redes sociales con fotografías y una denuncia formal ante la justicia, nos habla del temor que sienten las mujeres a no ser creídas, a ser cuestionadas socialmente por denunciar la violencia de la que son objeto, sobre todo, frente a un agresor que se encuentra en una posición se superioridad. No olvidemos que Tea Time, es una figura pública, respetada y aplaudida en la escena musical y, por si fuera poco tiene una edad muy superior a la de Valentina, casi 15 años mayor.
Pese a lo anterior, los medios de comunicación, como siempre, han hecho un festín de esta denuncia, siendo expuesto el caso en programas y medios de comunicación de farándula y entretención, buscando argumentos a favor y en contra de la víctima, exponiéndola de esta forma a un juicio social de credibilidad de su relato.
Esta cobertura mediática, por parte de programas y medios que no se caracterizan por informar a la ciudadanía, sino que entretenerlas, no sólo cuestionan y revictimizan a la víctima, sino que terminan banalizando el verdadero trasfondo de la violencia contra las mujeres, que no es otro que un profundo sistema de desigualdades y privilegios sexistas, basados en la instauración de prototipos de género, los que constituyen la base de la discriminación contra las mujeres.
Este actual escenario, me lleva a recordar el trabajo de la filósofa política Hannah Arendt, en su libro titulado Eichman en Jerusalén, un informe sobre la banalidad del mal. En el que realiza un minucioso análisis de las condiciones del criminal de guerra Adolf Eichman, sobre la complejidad de la condición humana y como se debe estar atento a que no ocurran las condiciones que propician la violencia.
Para Arent, la ausencia de sentimientos acerca del bien y del mal, conforman la base de la banalidad del mal, sosteniendo que el mal no nace dentro del individuo, sino que son las circunstancias que lo rodean las responsables.
La forma en que los medios de comunicación cubren los casos de violencia hacia la mujer en banal, toda vez que no profundizan en las causas y orígenes sociales de la violencia estructural que nos afecta a las mujeres. La violencia hacia las mujeres no es un tema de moda, la violencia hacia mujeres ha existido siempre, en distintos contextos e intensidades, pero hoy en día ha dejado de ser invisible.
Si bien el Estado en virtud de sus compromisos internacionales contraídos tiene la obligación de prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, como sociedad tenemos el deber de dejar de justificar, promover y tolerar este tipo de violencia. Los medios de comunicación juegan un rol fundamental en la opinión de la ciudadanía y en este sentido tienen el deber de tratar con el debido cuidado y seriedad este tipo de temas, lo que implica dar plena credibilidad y respaldo a las denuncias de las víctimas.
La banalidad de la violencia contra las mujeres seguirá presente mientras no se solucionen las razones que permiten y toleran su existencia. Visibilizar y tratar este tema con seriedad ante la opinión pública sin duda contribuirá en su prevención, sanción y erradicación.
Fuente: El Mostrador