Un centro de secuestro, tortura y violencia política sexual con especial énfasis en las torturas sexuales. Así describe Beatriz Bataszew el Venda Sexy, donde ella misma sufrió los abusos de la policía secreta durante la dictadura chilena.
Beatriz nos cuenta que allí llevaban y reprimían particularmente a mujeres militantes que “luchaban decididamente contra la dictadura” de Augusto Pinochet y buscaban un “cambio radical y estructural de la sociedad capitalista”. Por ese centro pasaron al menos 90 personas, de las que un tercio están desaparecidas.

El Venda Sexy, también conocido como la discoteca por esconder los ruidos de las torturas con su fuerte música, no era el único centro de tortura, había varios, clandestinos, de los que no se conocía su ubicación, pero sí sus prácticas. Allí ocurría “lo peor que le puede pasar a un ser humano”, asegura la superviviente. “Era un lugar destinado a torturar, obtener información en relación a la resistencia contra la dictadura y era un lugar donde la brutalidad no tenía límite de ningún tipo”.

Militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) a sus 20 años (menor de edad), cuando fue detenida en ese centro durante seis días, Beatriz sufrió y presenció golpes, colgamientos, ahogamientos en agua, simulacros de fusilamiento, desnudez forzada, embarazos forzados, abortos forzados, descargas eléctricas en los genitales. “En Venda Sexy había un perro amaestrado llamado Volodia adiestrado para violentar sexualmente a las mujeres”, recuerda.

“Se ejercía un poder sexualizado por parte de agentes del Estado, era política del terrorismo de Estado”. Tenían a los detenidos vendados, separados en diferentes cuartos las mujeres de los hombres, permanentemente desnudas y acosadas, relata Beatriz. “No recuerdo cuántas veces comí, pero fue muy poco. En el sótano se daban las torturas más brutales y en el segundo piso ejercían la violencia sexual”.

Una sentencia histórica con perspectiva de género

Han tenido que pasar casi cincuenta años para que se haya hecho justicia con el fallo de un juez de Chile que considera que los abusos cometidos por los exagentes de la DINA Raúl Iturriaga Neumann, Manuel Rivas y Hugo Hernández, constituyeron una forma específica de violencia contra la mujer que tuvieron un impacto en su vida futura.

El reconocimiento de los crímenes de lesa humanidad cometidos es un gran avance, cree Camila Maturana Kesten, abogada de la organización feminista Corporación Humanas que ha llevado el caso de Beatriz y otras víctimas de violencia política sexual en dictadura. Aunque en su opinión, este fallo llega demasiado tarde y ha permitido largos años de impunidad que “tiene consecuencias en las vidas de las supervivientes, pero también por la instalación de la violencia política sexual como una práctica demasiado común en los agentes de Estado en Chile aún en tiempos de normalidad institucional”.

Para Beatriz la sentencia es “un pequeño avance”, al reconocer la Justicia que las víctimas fueron objeto de violencia sexual, algo que estaba “absolutamente invisibilizado” tanto desde el Estado como en la sociedad. Fueron las supervivientes como ella quienes con su lucha permanente todos estos años han logrado que se tenga en cuenta ese agravio específico a las mujeres diferenciado de las torturas que sufrían los hombres.

Su lucha, asegura Beatriz, es “contra la impunidad”, porque es esa impunidad la que ha permitido que a día de hoy se siga ejerciendo la violencia política sexual contra las mujeres que luchan contra el sistema en Chile.

La superviviente lamenta que este fallo judicial solo afecte “a los ejecutores directos, a los mensajeros de un poder que es quien ordena que esto suceda”, porque la autoridad política, denuncia, sigue estando impune. Por eso Beatriz continúa su acción política para lograr una justicia completa, lo que, asegura que, junto al feminismo, le ha ayudado a sanar.

Cadena Ser Escuchar / Pausar56:09Punto de Fuga: “Venda Sexy, centro de torturas”

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