La feminista reivindica la necesidad de sacar adelante el proyecto de aborto en tres causales y se muestra contundente sobre el papel que tendría que desarrollar el nuevo Ministerio de la Mujer y Equidad de Género para hacer frente a la violencia hacia las mujeres.

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Fotógrafa, psicóloga, profesora y activista feminista declarada. Desde la Corporación Humanas, Kena Lorenzini defiende los derechos de las mujeres en Chile, hoy con el ojo puesto en el proyecto de ley de despenalización del aborto, cuyo debate se retomó el pasado mes de junio en la comisión de Salud del Senado.

Tras retirar la urgencia al proyecto -que recoge las causales de inviabilidad fetal, riesgo para la madre y violación- los tiempos para despacharlo se han dilatado y la única cuestión que está clara es que luego del Senado, tendrá que pasar a comisión mixta por la controversia que sigue provocando la tercera condición.

El Ciudadano conversó con la activista para abordar ésta y otras cuestiones de la contingencia mediática y política chilena.

Las previsiones del calendario para la aprobación del proyecto de aborto en tres causales fácil nos llevará a 2017. ¿Confían en que se apruebe antes?

Nosotras esperamos que salga en este Gobierno. Así de desesperadas estamos. Como Humanas estamos trabajando permanentemente en todas las comisiones que nos invitan. Y hay que recordar que, por ejemplo, la comisión de Constitución puede no considerar nada de todo lo que previamente ha hecho, por ejemplo, la comisión de Salud. Sin embargo, las organizaciones de la sociedad civil estamos dispuestas a repetir una y otra vez la importancia que tiene eso para nosotras como un mínimo ético, pero la posición de la DC es muy poderosa y es bien posible que pueda perderse la casual de violación.

¿Pueden figuras como Soledad Alvear conseguir botar todo el esfuerzo para sacar adelante el proyecto?

Yo puedo entender perfectamente que Soledad Alvear se vuelva loca y que sienta que el aborto es un asesinato porque yo alguna vez fui una persona tremendamente conservadora respecto al aborto y pensaba igual. Ahora, lo extraño es que Soledad Alvear fue ministra del Sernam del primer período de la democracia -que increíblemente se lo dieron a la DC- y tuvo la ocasión de ver la realidad. Así que me parece que podría haber crecido y avanzado en eso. Sin embargo, no avanzó nada.

La DC siempre ha tenido el problema de tener tres almas: ultraconservadores, personas distintas -como Laura Albornoz que a través de su opinión y redes sociales se posiciona a favor de la despenalización en tres causales- y otras como Carolina Goic, que con el tema de violación se pone siempre en duda. Ignacio Walker y otros personajes son totalmente contrarios y tienen el poder para tajar las discusiones, parar y hacer discutir una y otra vez lo mismo. Claramente no está considerado como un tema de Derechos Humanos.

Pero la DC conocía el contenido del programa de la Presidenta cuando aceptó entrar a la coalición.

 En el primer gobierno de Bachelet, y para la Concertación en general, el aborto no fue un tema para muchos PS y PPD. En eso Guido Girardi y Adriana Muñoz fueron la excepción, pero en general para ellos no era un tema. En este nuevo Gobierno, la DC acepta este programa en el que se incluye la despenalización del aborto en tres causales y aparece el ministro Burgos –exministro ya, ¡menos mal!- y da su propia opinión. Y entonces queda la escoba y se vuelven a asustar.

Se supone que el ministro del Interior tiene que permitir que el proyecto que se propuso se cumpla en relación con la agenda. Sin embargo, la Nueva Mayoría da pelea en algunas cosas, pero en otras no.

Ahora el nuevo ministro Fernández, que escucha la voz de los cardenales y es Opus Dei, está consciente que viene a cumplir un rol. Y en eso me parece muy importante que la presidenta de la DC, la Carolina Goic, avale que el ministro que ellos ponen por cuoteo cumpla con lo que ellos mismos se comprometieron. Ahora, con ella precisamente hay un tema con la causal de violación, aunque se trate de una ley que no obliga a abortar a las mujeres que han sido violadas y quedan embarazadas, es sólo para las que quieran hacerlo. Pero sólo nos dan dos opciones bajo su mirada conservadora: o somos asesinas o somos mártires.

Comentó que usted cambió de opinión respecto al aborto y pasó de estar en contra a defenderlo como derecho. ¿Cómo se produjo ese proceso?

Hace unos 15 años atrás. Yo vengo de una educación muy católica y, además, en lo personal, tengo ciertas creencias: yo nunca habría abortado. Sin embargo, una de las banderas de lucha de las feministas es el derecho a decidir, que es distinto al derecho a abortar, y no es un matiz menor.

Poco a poco fui entendiendo que yo podía pensar de una manera pero otras mujeres podían pensar de otra. Aprendí que quienes quieran tomar un camino distinto tienen que poderlo hacer. Creo firmemente que otras mujeres pueden pensar distinto que yo.

¿Qué tan descafeinado podrá quedar el proyecto con las indicaciones de acompañamiento a las mujeres que aborten o la polémica denuncia del centro de salud de la chica que se practica el aborto por violación, sin considerar su nivel de exposición, por ejemplo, a contextos de violencia de género, o abusos sexuales sistemáticos?

 Va a salir absolutamente descafeinado. Son casos que pueden tener que ver, por ejemplo, con la trata de mujeres. Hoy hay muchas mujeres entrando al país y no sabemos en qué condiciones lo hacen, pero seguro que no van a denunciar.

Sobre el acompañamiento, se hizo en Estados Unidos y fue un desastre porque los que se inscribieron para hacerlo fueron puras personas en contra de la libertad de decidir y cuando las mujeres llegaban, las trataban de convencer para que no abortaran.

En Chile la fiscalización es prácticamente nula y, si no le ponen mucha plata para que sea gente que pueda entrar por un concurso real, esto puede ser medio peligroso porque no habrá control. Además, para los médicos, la confidencialidad es su primer deber, entonces denunciar no cumple con el mandato que tienen ellos respecto de su profesión. Ahí habrá que ver qué hacemos caso a caso pero tampoco las organizaciones sociales podemos hacernos cargo de cada caso que vaya a aparecer. Esperamos que al menos en los hospitales públicos haya unos criterios pero, de todas maneras, queda demasiado al azar.

Desde hace muy poco, hay un nuevo Ministerio de la Mujer y de la Equidad de Género. ¿Cuál tiene que ser su papel ante el atroz panorama de femicidios en el país que, según cifras del Sernam, ya registra 15 asesinatos a mujeres en manos de sus parejas o exparejas.

La verdad, no espero demasiado, no le tengo mucha fe porque no creo que le hayan dotado de suficiente autonomía. No hay alertas de género que se han implementado en otros países, faltan políticas públicas, sus campañas deberían apelar menos a que todos seamos buenos, e identificar que son hombres los que matan a las mujeres, etc. Yo creo que para todo esto no tienen recursos. Imagínate lo que tiene que tranzar un ministerio que es considerado el menos importante y al que se le destinan menos recursos de todo el país y es el que se ocupa de temas que tienen más que ver con los valores: mujer –porque en este país nos hemos convertido en algo valórico-, maternidad, femicidio, etc.

Las instituciones siguen siendo aún uno de los espacios donde el machismo –por parte de ministros, diputados y senadores– tiene más eco dentro de la sociedad. ¿Cómo se puede empezar a revertir eso?

 La discusión en este país está a unos niveles de banalidad increíbles. Y claro, después piden disculpas. Antes las autoridades eran más diplomáticas, pero este machismo transversal está en el disco duro, como los comentarios del presidente de la AFP [Rodrigo] Pérez Mackenna que dijo que la jubilación de las mujeres a los 60 es un acto de galantería. En Chile no son ni el 50% las mujeres que trabajan fuera del hogar, no es un país desarrollado. Más del 70% de las mujeres ganan menos de 150.000 pesos.

O el diputado Felipe Kast, que recién renunció de la UDI y se se preguntó desde cuando las mujeres creen que el cuerpo es de ellas. Ese es el nivel y todo es superficialidad. Mi impresión es que la gente está adormecida, porque está endeudada y porque las veces que se movieron, las cosas no cambiaron mucho. Para los únicos que ha cambiado algo es para los estudiantes.

¿Y si los otros colectivos –trabajadores, mujeres, etc.- se unieran a la “ofensiva” estudiantil y compartieran entre todos objetivos? ¿Podría ser esta una fórmula para cambiarlo?

 Yo creo que con la ofensiva estudiantil también ha venido una ofensiva informativa para tapar la movilización, que ha sido brutal. Han acusado a los cabros de entrar violentamente a la Moneda. ¡Por favor! Eso no fue violento, fue audaz. Sin embargo, tampoco se han sabido explicar los objetivos. La gente no sabe qué más quieren los estudiantes porque se les está tapando, hablando de los encapuchados o del Cristo –que yo estoy convencido que Cristo habría estado ahí [marchando].

¿Por qué los jóvenes tiene que aguantar un sistema neoliberal que nosotros dejamos que terminara consumiéndonos? Ya sabemos la teoría del shock, pero me parece que el rol de los jóvenes y las jóvenes es justamente el que están haciendo. Ir a la ofensiva, no parar. Su deber es ser más puros y más idealistas.

Ahora no sé si la ofensiva del otro lado permitiría esta unificación de colectivos. Está todo tan desdibujado que veo difícil que la ofensiva de los estudiantes contagie al resto de la ciudadanía porque todos quieren ser clase media, están engrupidos, endeudados, etc. Hay una cuestión que en psicología se llama desesperanza aprendida y eso significa que si tu levantas seis veces la cabeza y pusiste el grito en el cielo seis veces, al final ya te acostumbras. Todos los triunfos que se logran acá son pírricos. Hoy día salen algunos diputados a decir ‘bueno, que algunas universidades lucren’, que es como decir ‘que haya algunos ladrones’.}

La escucho muy pesimista. ¿Siente desengaño o decepción con el Gobierno?

 Yo soy muy bacheletista, quiero mucho a la Presidenta. Yo hasta el final con las botas puestas por Bachelet, pero no por su Gobierno. Si fuera pesimista no estaría trabajando en la corporación Humanas, porque en el fondo una siempre tiene esperanzas. Precisamente me acabo de inscribir en RD porque tengo ganas de que algo se mueva y estoy analizando cuál puede ser mi rol para ser un aporte. Veo pesimista el panorama, y además veo que se repite en muchas partes del mundo.

A propósito de su militancia en RD, ¿Cuál es el rol de los nuevos partidos de izquierda en las próximas municipales de octubre para levantar un poco de optimismo?

Yo nunca había militado en un partido político. Jamás. Habiendo tenido todas las oportunidades. Ahora siento que hay que entrar a jugar con las reglas que hay y el partido político es una de las posibilidades de dar la lucha desde dentro. He visto lo que son capaces de hacer los jóvenes dentro del parlamento y me parece que sí se puede. Son visibles, hay cambios, hay gente que se va sumando, etc. A RD se le han sumado muchas personas mayores como yo ahora en el último tramo.

Sobre el Proceso Constituyente, ¿cuál tiene que ser la implicación de los movimientos sociales, en general, y del feminismo, en particular?

 Yo estoy totalmente de acuerdo en ser parte del proceso porque es urgente un cambio de la Constitución. Si el Proceso Constituyente, más allá de los mil defectos que tiene  (tiempos, formas -en el consejo de observadores había tres mujeres de 17-, etc.), me parece que será la primera vez en nuestra historia como país que podemos conversar entre todas y todos de cómo queremos que sea nuestra nueva Constitución.

Como mujeres queremos poner nuestros temas así que estamos súper jugadas y queremos estar presentes en los encuentros, poner nuestra voz y poder influir. Al menos hay 7.000 encuentros autoconvocados  y hay que colaborar porque yo me pregunto quién va a sistematizar toda la información que se recoja. ¿Se va a hacer lo que sale más, lo más relevante, lo que sea transversal? ¿Cómo se va a resumir en ese documento? Hay que sumarse de todas maneras

Meritxell Freixas

Fuente: El Ciudadano