Desde 1990 comenzaron a articularse agrupaciones que se encargaron de temas como la violencia intrafamiliar, el acoso callejero o la representación femenina. Todas ellas ayudaron a que se gestara hoy el mayor movimiento feminista chileno de este siglo.
La mañana del miércoles 16 de mayo, aunque reciente, quedó grabada: mujeres a torso desnudo dispersando a encapuchados, carabineras abrazadas a manifestantes, miles marchando por la Alameda gritando cosas como “ahora que nos escuchan, ahora que sí nos ven”.
Fue la primera marcha convocada por la Coordinadora Feminista Universitaria, apenas cinco días después de otra multitudinaria manifestación en contra de la “cultura de la violación”, organizada por Ni Una Menos Chile, que también congregó en Plaza Italia a miles de mujeres. Exigiendo en principio una educación no sexista, pero buscando más bien instalar un cuestionamiento a la manera en que funciona la sociedad en torno a la mujer, el movimiento feminista hoy se volverá a desplazar por la principal avenida de Santiago.
Pero ellas, las que marcharon el 16 de mayo y las que marcharán hoy, no alzaron la voz repentinamente el mes pasado. La oleada feminista actual empezó a gestarse mucho antes.
Organizaciones para las mujeres
A fines de 1990, durante el primer año de gobierno de Patricio Aylwin, hubo un cambio: la Secretaría Nacional de la Mujer pasó a llamarse Servicio Nacional de la Mujer (Sernam) y al director se le confirió el rango legal de ministro de Estado.
Casi en paralelo y en el contexto del retorno a la democracia, nació la Red Chilena contra la Violencia hacia la Mujer, uno de los mayores exponentes del movimiento feminista que hoy se alza.
Se trata de una articulación de colectivos, organizaciones sociales, ONGs y mujeres que realiza acciones de denuncia, campañas, estudios e intervenciones públicas a nivel nacional con el propósito de terminar con la violencia ejercida en contra de mujeres y niñas.
Con señaléticas de alerta que se caracterizan por el color amarillo y mensajes como “¡Cuidado! El machismo mata”, la Red Chilena ha hecho un fuerte trabajo en generar conciencia sobre la violencia intrafamiliar, además de generar un catastro de femicidios que incluye aquellos que no son tipificados legalmente como tales.
Más de diez años después de ese día, nacieron dos organismos dedicados a reconocer el rol de las mujeres en la esfera profesional: primero Mujeres Empresarias, en 2001, y luego Comunidad Mujer, que se creó en 2002. Margarita María Errázuriz fue una de las fundadoras de esta última, y recuerda que las impulsoras de la iniciativa fueron cerca de 40 mujeres.
“Se fundó gracias a la iniciativa de más de 40 mujeres líderes, muy reconocidas profesionalmente, que tenían la inquietud por aumentar las oportunidades laborales de las mujeres”, afirma hoy a Emol.
“La diferencia en ese entonces entre Comunidad Mujer y las otras instituciones dedicadas a la mujer era que nosotras nos constituimos pensando en la acción, en tanto las demás se dedicaban principalmente a la investigación. Luego CM ha realizado mucha investigación para fundamentar y fortalecer su acción, y gracias a ello ha aportado decididamente a los cambios que se han hecho en favor de la mujer”, relata Errázuriz.
Luego, en 2004, nació Corporación Humanas. Se definen a sí mismas como un “centro regional de derechos humanos y justicia de género” y han llevado, desde entonces, la defensa legal de emblemáticos casos relativos a mujeres, como el que ganó la jueza Karen Atala contra el Estado de Chile en la CIDH.
Visibilizar sus problemáticas
Con el cambio de década, las organizaciones empezaron a multiplicarse y adquirieron la característica de ocuparse de una vertiente distinta del espectro de problemáticas de género.
Así, en 2010, nació Miles Chile, que se ha centrado desde entonces en la promoción de los derechos sexuales y reproductivos, y que alcanzaron gran notoriedad durante la discusión de la ley de interrupción del embarazo en tres causales, llegando a exponer, incluso, ante el Tribunal Constitucional.
Tres años después, y con la misión de promover la visibilidad y la voz de las mujeres “como una dimensión de su liderazgo”, se creó Hay Mujeres, una plataforma de expertas con enfoque en los medios, que reúne a cientos de mujeres con expertise en temáticas como derecho, ciencias, ingeniería y cultura.
A fines de ese mismo año, irrumpió en el panorama el Observatorio Contra el Acoso Callejero (OCAC), que problematizó por primera vez como violencia sexual a los comentarios, tocaciones y todo acto de esa índole que ocurriera contra las mujeres en las calles.
“Era una violencia invisibilizada en el discurso, pero que todas sabíamos que ocurría y en la plena impunidad, porque sucede normalmente a plena luz del día y con más gente alrededor”, explica a Emol su presidenta, María José Guerrero.
La organización surgió, en sus palabras, más que de un hecho concreto, de un contexto político e histórico: la noción de que la juventud podía ser un actor social relevante para poner temas relevantes en la agenda pública. Post revolución pingüina y movilizaciones del 2011, el OCAC nace de la mano de personas que estaban terminando sus carreras universitarias.
Aunque al principio su existencia generó cierta resistencia en la población masculina, Guerrero señala que eso ha ido cambiando. Según sus propias mediciones, ya en 2015 el 90% de la población afirmaba que sancionaría de alguna forma todas las prácticas de violencia sexual en los espacios públicos.
“Hoy la opinión pública avala el acoso callejero de esa manera: como una violencia sexual y de género, por lo tanto se le está quitando el espacio de legitimación”, comenta. El OCAC, que ha puesto sobre la mesa conceptos fundamentales para el movimiento feminista como el consentimiento, también marchará.
El rol de las universidades
Luego de un encuentro llamado “Mujer y Ciencia” a fines de 2015 en el que escucharon vivencias de discriminación y experiencias de acoso en contextos de investigación científica, un grupo de mujeres académicas decidió formar Red de Investigadoras, una organización que congrega a más de 120 personas desde Arica a Aysén, y que recibe solicitudes de ingreso cada semana.
“Nacimos con el objetivo de visibilizar a la mujer haciendo investigación, pero siempre con un enfoque de género: reconociendo también todas las barreras o impedimentos que no permitían una carrera académica acorde a lo que un hombre puede desarrollar sin mayores problemas”, cuenta su presidenta, Adriana Bastías.
Han sido las estudiantes universitarias, que hoy mantienen una veintena de planteles en toma, quienes han coordinado el llamado “estallido” del movimiento. Y se trata de una realidad que las académicas conocen. “Cuando compartes con las chicas sientes orgullo, porque ellas no solo se dan cuenta de que existen brechas, sino que tratan de hacer algo para que eso cambie”, señala Bastías.
Y fue el año que entonces empezaba, el 2016, el que vio surgir la Coordinadora Feminista Universitaria (Cofeu), que nació como una comisión de género de la Confech y que luego se separó del organismo de representación estudiantil para levantar sus propias demandas.
Con sistemas rotativos de voceras y una lógica horizontal, la Cofeu ha levantado la demanda de una educación no sexista y ha afirmado que el problema que se denuncia no es exclusivo de las universidades, sino que existe en toda la sociedad.
Dentro del concepto está la queja con respecto a los referentes que se enseñan en colegios y universidades, que suelen ser en su mayoría hombres. Para luchar con esa invisibilización del aporte femenino, el mismo año surgió Mujeres Bacanas, primero como un blog que difundía a una referente de la ciencia o las artes por día, contando su historia, y que hoy se convirtió en un exitoso libro que en poco menos de cinco meses va en su tercera edición.
Organizadas por rama
Desde entonces, han surgido decenas de otras organizaciones que buscan relevar el rol de la mujer en cada una de las áreas en que se desempeñan.
En la música, este año nació Red Muchacha, quienes buscan un espacio seguro para ejercer sus labores en la industria. Con el dibujo de dos senos en la portada, en abril se realizó el lanzamiento del primer número de Brígida, una revista que busca mostrar el trabajo que realizan las autoras de cómics e ilustración.
También han surgido agrupaciones en torno a profesiones, como el Colectivo Las Niñas, que congrega a fotógrafas y organiza encuentros bianuales para visibilizar trabajos realizados por mujeres que aborden temáticas de género.
Recientemente, y tras las denuncias surgidas en la Facultad de Derecho de la U. de Chile, se organizó la Asociación de Abogadas Feministas de Chile, que bajo el lema “Nunca más sin nosotras” ya agrupa a más de 40 mujeres. También existe la Red de Psicólogas Feministas.
Otra noticia reciente que provocó la articulación de mujeres, esta vez en las hinchadas de los equipos de fútbol, fue la violación de una mujer de 28 años perpetrada por tres hombres, a quienes reconoció como hinchas de la U. de Chile, en las inmediaciones de la estación de Metro Ñuble después de un partido.
Tras el hecho, “Las Bulla” condenaron el abuso y surgió en el equipo rival, la Universidad Católica, otro grupo feminista que busca combatir el machismo en el fútbol: “Nuestra Cruzada”, que critica también los apodos femeninos que se usan despectivamente hacia los contrincantes.
“Las organizaciones feministas y de mujeres en Chile no se pelean las temáticas”, analiza la presidenta del OCAC, María José Guerrero. “Tú puedes encontrar específicamente la que trabaja por los derechos sexuales y reproductivos, la de los derechos políticos y de representación, la de las violencias en el ámbito familiar y física”.
“Cada una tiene estrategias importantes y nos aunamos porque compartimos un diagnóstico común: develar el continuo de la violencia y cómo todas estas cosas no ocurren de manera aislada, sino que cada una está interrelacionada con todas las otras”, asegura.
Publicado por Emol