En el marco del Día internacional contra la Violencia de Género, que se conmemoró el pasado 25 de noviembre, Corporación Humanas realizó la decimotercera versión de la encuesta Percepción de las mujeres sobre su situación y condiciones de vida en Chile*, en la que entrevistaron a 1.221 mujeres mayores de 18 años de 322 comunas del país para dar cuenta de cómo perciben ellas la violencia de género. Realizada durante julio, agosto y septiembre, justo antes del estallido social que volvió a visibilizar las demandas feministas planteadas en el 8M, los resultados evidenciaron que las mujeres están más conscientes respecto a la discriminación y violencia que viven a diario. Si bien los índices de violencia se han mantenido en el tiempo -según la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, en lo que llevamos del 2019 ha habido 58 femicidios, comparados con 59 en 2018 y 68 en 2017-, lo que ha aumentado es la percepción; en 2017 (la encuesta se realiza cada dos años) un 77,4% de las mujeres consideraba que la violencia había aumentado. Este año, un 83,5% lo piensa.
Según Lorena Fries, abogada y directora de Corporación Humanas, el alza en la percepción se debe a que hoy en día la violencia de género se ha vuelto un tema público que está presente en la pauta de los medios de comunicación. A una mayor cobertura y a la constante divulgación de estos temas a través de plataformas digitales, cuyo alcance es mucho mayor, se suma que se han articulado las demandas, ha habido más movilizaciones y hay muchas más organizaciones dedicadas a registrar, estudiar y compartir información. Y es que en la actualidad la violencia de género tiene un correlato que le da mayor visibilidad. “Falta muchísimo aún, pero es un tema que está en la agenda país y que ya no puede no abordarse, después de todo lo que costó que saliera del clóset”, explica Fries. A esta exposición se suma que existe una mayor percepción respecto a las distintas formas de violencia; si antes el acoso no se consideraba como tal, hoy un 90% lo entiende como una forma de violencia que el Estado debe enfrentar y casi la mitad de las entrevistadas logra dilucidar que ha sido acosada sexualmente. “Las mujeres perciben de manera más clara lo que constituye el acoso y sienten que a veces tiene que ver con cómo andamos vestidas”, explica Fries.
La encuesta da cuenta de que existe mayor conciencia respecto a la violencia de género, pero solo un 42,5% de las mujeres dice ser feminista. ¿A qué se debe esto?
Principalmente tiene que ver con que definirse como feminista todavía significa una barrera de legitimidad. Quien se asume como feminista no deja de serlo, pero tener conciencia de género no necesariamente es equivalente a autodefinirse como tal. Esto es parte del proceso de generación de conciencia: empiezas asumiendo que hay discriminación, después poniéndole un nombre, matriculándote con eso y finalmente validando las movilizaciones, que sería lo más cercano a estar militando. El tema es que todavía hay mucha propaganda en contra del feminismo. Asumirse como tal significa un quiebre en términos de dónde encontramos nuestra legitimidad, y no necesariamente todas las mujeres estamos dispuestas a ese quiebre. Cuando eres feminista generalmente la legitimidad está puesta en las mujeres. En esta sociedad, cuando no eres feminista, o no te asumes tan claramente como una, la legitimidad sigue estando en el mundo de los hombres; haces todo para validarte bajo esa lógica. Y en ese mundo el feminismo todavía implica una barrera de acceso.
Es interesante ver que las mujeres sentimos que los avances que ha habido en términos de género no se deben a las medidas tomadas por el Gobierno.
Existe la sensación de que el Estado no cumple. Por una parte, no ha habido un eco tan fuerte de las demandas planteadas en el 8M. Se recogió y se instaló una agenda mujer, pero en definitiva no ha pasado nada, salvo un par de leyes como la de violencia integral y la de acoso, que se están debatiendo en el Congreso. Por otro lado, muchas de las demandas que formaban parte de la agenda de género han pasado a incorporarse a la agenda social, como el tema de las pensiones de las mujeres.
El hecho de que haya mayor conciencia respecto a estos temas ¿es un primer paso hacia un posible cambio sistémico o estructural?
Ese despertar de la conciencia no genera cambios per se. Pero de todas formas es un primer paso, porque efectivamente satisfacer las necesidades de las mujeres es parte de las demandas que están sobre la mesa y no se puede prescindir de ellas. Pero eso no significa que seamos protagonistas de lo que va a pasar. Y justamente eso es lo que está en tensión.
¿Cuál crees que es el rol del feminismo en las demandas sociales que actualmente se están exigiendo?
El feminismo es el punto de partida de todo el estallido social. Si cambia la vida de las mujeres, cambia la vida de los entornos y cambian las relaciones de poder. Si eventualmente se decreta en la Constitución “el derecho de vivir una vida libre de violencia”, eso mandata todo y cambia el sistema. Es una señal de un Estado que cuida a las mujeres porque entiende que no hacerlo es discriminación. Seguramente los cambios que van a surgir de estas demandas no van a terminar con una sociedad patriarcal, porque eso es un cambio cultural mucho más profundo. Pero lo que hace el feminismo es ser la vanguardia de la posibilidad de que estos temas tengan un espacio en la agenda pública.
Lo que está en juego es el modelo neoliberal instaurado, que además es sumamente patriarcal.
Es extremadamente patriarcal, y eso es lo que agudiza que las mujeres digamos ‘cómo puede ser que ganemos 30% menos solo por el hecho de ser mujeres’. Ahí empieza la conciencia, cuando constatamos nuestra necesidad y que nos discriminan por el solo hecho de ser mujer. Eso no necesariamente lleva a decir que uno quiere otro sistema, pero sí hace que ciertos temas empiecen a ser masticados culturalmente.
¿Qué transformación de modelo busca el feminismo?
Un cambio democrático, paritario y que se reconozca lo que está devaluado, como el trabajo no remunerado que realizan las mujeres. Si las mujeres no se dedicaran a reproducir la vida social y biológica, se estancaría el país. Eso no está valorado. En otros países ya hay cálculos de qué porcentaje del PIB aportan las mujeres, y en Europa se está pensando que debiera haber un sueldo mínimo acorde a lo que realizan las mujeres en sus casas. Porque, claro, el mínimo no necesariamente cubre la cantidad de tareas que cumplen las mujeres. En un estado neoliberal, además, las mujeres se hacen cargo de la salud, aunque eso en países desarrollados no es así. El reconocimiento no es solo monetario, sino que un reconocimiento simbólico que nos pone en otro nivel y que tiene que ver con una transformación, con que no exista discriminación hacia ningún sector. Porque además de mujeres, hay mujeres indígenas, migrantes, trabajadoras. Y cada una de esas etiquetas aumenta la gravedad de la discriminación.
¿Qué es para ti el feminismo?
Una actitud de vida que se traduce a todos los espacios políticos, sociales, personales, en donde lo que buscas es transformar las relaciones de poder. Creo que en el feminismo está envuelto el tema de género. Y el género es una forma de analizar lo que pasa alrededor tuyo, como si fuesen unos anteojos que permiten ver, por ejemplo, que la publicidad es tremendamente machista. Eso lo ves una vez que tienes conciencia de género, pero el feminismo va más allá: es una actitud que se traduce en acciones concretas.
¿Cuáles son esas acciones?
Cuando te das cuenta de que, por ejemplo, siempre estás en actitud de espera respecto a tu pololo. O que tu pololo te controla a través del celular. Cuando te haces consciente, y no quieres eso, empiezas a ponerle un tope y comienzas a transformar tu vida. Y es en la medida en que la transformas que estás siendo feminista. Si a eso además le sumas que no eres solo tú, y que cuando lo conversas con otras te das cuenta de que les pasa lo mismo, ya no es un problema personal, sino que político. Y cuando lo miras políticamente, ya estás dentro. Uno de los hallazgos más curiosos de estas encuestas es justamente que los tramos de mayor conciencia están entre las mujeres de 18 y 30, y luego desde los 50 para arriba. Hay toda una generación que quedó un poco fuera. Creo que tiene que ver con que las cincuentonas somos de la ola anterior, y las de ahora son las de la ola actual. Entre medio hubo un bajón en el que las que venían siendo feministas acumularon fuerza, buscaron instituirse y luego se dedicaron a generar conocimiento, quizás como académicas, pero no lo practicaron. El año pasado con el 8M el tema volvió a estallar, específicamente por la violencia en los espacios públicos, como las calles o la universidad. Es por eso que hay ciertos temas que ya están instaurados, como la participación de las mujeres en el sistema laboral y político. Porque puedes no ser feminista, pero igual te va a hacer ruido si vas a una empresa y solo hay hombres. Lo que no está instaurado aún tiene que ver con el trabajo doméstico no remunerado. Ese es el desafío que falta, y eso requiere de más trabajo porque significa un cambio en la economía: es ver cómo se reparte la torta considerando a la mujer.
Este es un proyecto de Juntas en Acción, plataforma de organizaciones de la sociedad civil por los derechos de las mujeres, con apoyo de la Unión Europea