A 100 días de que se reportara el primer caso de Coronavirus en Chile y faltando cuatro meses para el Plebiscito nacional, Corporación Humanas y el Observatorio de Género y Equidad realizaron la primera versión de la encuesta Ciudadanía activa, participación política y proceso constituyente: Mujeres 2020 para dar cuenta de cómo están percibiendo las mujeres su propia realidad social en un contexto de pandemia, en el que se han visibilizado aun más las problemáticas sociales que históricamente las han afectado.
Como ya había develado la encuesta Percepción de las mujeres sobre su situación y condiciones de vida, realizada por la corporación en noviembre del año pasado, desde el estallido social –que volvió a poner sobre la mesa las demandas feministas articuladas en el 8M– las mujeres se han vuelto más conscientes respecto a la discriminación, abusos y violencia que viven a diario. Y ahora, en plena pandemia, no solo pareciera haber aumentado esa consciencia, sino que pareciera estar acompañada de un correlato: ya no se trata solamente de percibir lo que está pasando, sino que de unas ganas mayormente consolidadas de participar de manera activa en un proceso político que al fin considere las demandas exigidas. Y por sobre todo, una necesidad de tomar cartas en el asunto para generar grandes cambios.
Es esto lo que arrojó la primera versión de la encuesta, en la que se entrevistaron a más de 1.400 mujeres mayores de 18 años, de distintos sectores socioeconómicos y zonas geográficas a lo largo del país. Los resultados, recopilados a mediados de junio de este año, son enfáticos: del total de mujeres entrevistadas, un 79% se siente en algún grado feminista; un 89% se siente discriminada (un 59% del total percibe la discriminación en el trabajo y un 53% en el ejercicio de su libertad sexual); y un 94% dice estar de acuerdo o muy de acuerdo con la afirmación que plantea que Chile es un país machista.
A su vez, un 43% considera que las movilizaciones vinculadas a los derechos de la mujer le hacen bien a la democracia y un 39% cree que han permitido cambios positivos. Frente a la suposición “si el Plebiscito fuese el próximo domingo”, un 74% votaría Apruebo.
Frente a esa posibilidad de redactar una nueva Constitución, un 91% considera que debería garantizar el derecho a la igualdad salarial entre hombres y mujeres; un 87% que debería reconocer el trabajo doméstico y de cuidados realizados por mujeres; y un 86% el derecho a la vida libre de violencia.
Según Lorena Fries, abogada y directora de Corporación Humanas, pese a las circunstancias, las mujeres están pensando en el devenir político y social del país desde su propia identidad; “eso significa que frente a los futuros escenarios, las mujeres vamos a estar pensando en los contenidos de una Constitución desde nuestra identidad de género. Tenemos opinión e interés en participar y esa participación seguramente se hará con un alto nivel de consciencia respecto a la discriminación que vivimos”, señala.
Pese a que un 79% se identifica en algún grado como feminista, sigue habiendo un porcentaje que no logra declararse como tal, incluso estando de acuerdo con algunas de las demandas. ¿A qué se debe eso?
Hay un 21% que se considera nada feminista, y además, del 79% que se identifica en algún grado, hay un 39% que dice ser “algo feminista”. Existe un poco un miedo porque en el fondo, declararse feminista es declararse en rebeldía o disidencia, y por lo tanto los sistemas de legitimidad que hemos tenido, como la política masculina y la forma de analizar la realidad desde lo patriarcal, entran en jaque. Y en eso, una se puede quedar sola. Lo que pasa entonces es que hay un grado de empatía con las demandas feministas, pero una dificultad en asumirse como tal producto de un miedo o falta de tiempo. Muchas mujeres se han hecho mayormente conscientes pero aun no cuentan con todas las herramientas para decir “sí, soy totalmente feminista”. Si entendieran que ser feminista no significa dar vuelta la tortilla, sino que velar por una igualdad de derechos, probablemente no tendrían esos temores. No podemos olvidar que aquí también opera la contra propaganda.
El 89% de las mujeres considera que las mujeres son discriminadas en Chile, la mayoría sintiéndose discriminadas en el ambiente laboral. ¿Qué devela esto?
Esa cifra da cuenta de que existe una consciencia de género que identifica las principales causas de discriminación. Que el trabajo aparezca en primer lugar implica que por ahí pasa toda la precariedad de las mujeres –tanto las que son remuneradas como las que no– y que ya somos conscientes de eso. Dado que las tareas no remuneradas de cuidado y crianza recaen en nosotras, salimos al mundo público con una desventaja. Una suerte de mochila o carga que tiene un impacto en el mundo remunerado porque, entre otras cosas, nos dificulta la entrada: entramos con menos sueldo y terminamos con una pensión que es sustantivamente más baja que la de los hombres. Todo esto tiene su origen en la falta de reconocimiento de los trabajos de cuidado y crianza que, además, durante la pandemia, han recaído de manera más fuerte sobre los hombros de las mujeres.
El trabajo, al final, es el vehículo a través del cual asumimos que pertenecemos a la sociedad, y todavía está muy precarizado para las mujeres. Una gran mayoría está en el sistema informal del trabajo; un 90% de las mujeres inactivas lo son porque se dedican a las labores domésticas y de cuidado; y la media está ganando alrededor de $300.000 al mes. Es un sistema injusto y las mujeres lo percibimos así.
El 91% está muy de acuerdo con que la nueva Constitución garantice el derecho a la igualdad salarial entre hombres y mujeres pero solo un 46% está muy de acuerdo con la legalización del aborto. ¿Qué lectura haces de esto?
En cuanto a la igualdad salarial, no sé si se podría decir que hay consenso, pero sí es una demanda que está mayormente legitimada. En el caso del aborto, es una piedra angular para las feministas, en tanto se trata de decidir cuándo, cómo y con quién queremos o no tener hijos. Esa es una postura que está atravesada por un montón de factores, no solo morales, sino que religiosos, científicos y que tiene que ver con una visión de vida, entonces es automáticamente más difícil llegar a un consenso. También se da otro fenómeno; una vez que algo se institucionaliza, la gente pierde el miedo a opinar sobre ese tema y la problemática se abre. En ese sentido, las leyes en Chile tienen esa cualidad de establecer un paso que permite que se abran otros.
Aunque un 87% está de acuerdo con la paridad de género, un 60% cree que el poco apoyo que existe entre mujeres va a dificultar que más mujeres entren a la política. ¿No confiamos en nuestro género en ciertas cosas y lo asumimos?
Este punto da cuenta de cómo opera el sistema patriarcal. Para sostenerse tiene que enemistar a las mujeres. Por lo tanto, hay que tratar de salir de esa inercia histórica y empezar a trabajar la sororidad y el afiatamiento, incluyendo en los pactos políticos, en los que una buscaría que hubiera una ética que sostenga esa hermandad. Estamos mucho más conscientes y queremos más derechos pero hay parte que no confía del todo en nuestro género, y eso es lo más difícil de desmontar. Lograr que las mujeres confiemos en otras mujeres. Porque en sociedades patriarcales en las que somos satélites que giran en torno al hombre, y en las que lo difícil es acceder a los espacios que históricamente han sido masculinos, efectivamente tenemos que competir entre nosotras. En cambio, en sociedades en las que todos tenemos derechos por el simple hecho de ser, no se compite, sino que se está mucho más abiertos a un sistema de colaboración.
Reportaje publicado en Revista Paula