Iniciativa Spotlight de la Unión Europea y Naciones Unidas busca visibilizar la carga femenina de trabajo doméstico y de cuidado en el hogar. Reflejo claro y brutal, dicen expertas, de la tradicional división sexual del trabajo que determina patrones culturales de comportamiento: hombres como proveedores y mujeres como cuidadoras.
Ayudador. Así es como se nombra irónicamente en el video titulado “Los Ayudadores”, a quienes asumen que las tareas domésticas, y todo el peso que implica su planificación (conocida como carga mental), es única y exclusivamente de las mujeres. Una actitud mayoritariamente masculina, muestran los estudios.
En 1 minuto y 16 segundos, en el video se ven diversas situaciones domésticas. Todas hechas por mujeres. Compras, orden, limpieza, cuidado de menores, entre otras. Luego vienen los “ayudadores” al rescate. “Cuando las tareas del hogar desbordan a las mujeres, un grupo de hombres que resuelve todo tipo de problemas aparecerá y las ayudará, haciendo lo que mejor saben hacer, simular”, indica la voz en off del video.
Los ayudadores ante esas labores dicen: “¿Qué hay que comprar?” “¿Por qué estás haciendo todo eso sola?” “Si no me lo dices no puedo saberlo, no soy adivino”, entre otras frases.
El video es parte de la campaña #YoMeOcupo de la Iniciativa Spotlight, de la Unión Europea y las Naciones Unidas orientada a visibilizar la carga femenina del trabajo doméstico y de cuidado en el hogar.
Una campaña que en redes sociales se ha compartido mucho. Se ha planteado como muy adecuada, por hacer concientización del problema de invisibilización de la enorme carga de esas labores para las mujeres.
Pero también hay críticas. Que es exagerado y que los hombres sí se hacen cargo. Sin embargo, las cifras en Chile muestran que no es una exageración. Los estereotipos de género se resisten a ceder en lo privado demostró recientemente el Estudio Longitudinal Empleo-Covid19: Datos de empleo en tiempo real del Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales, en el que un 38% de los hombres indicó estar de acuerdo o muy de acuerdo con la frase “el lugar más adecuado para la mujer es su casa con su familia”.
Y no sólo existen fuertes estereotipos, la distribución del trabajo en los hogares es muy desigual. En un día tipo, las mujeres en Chile destinan en promedio 5,89 horas al trabajo no remunerado, incluidas las labores domésticas y de cuidado de personas, mientras que los hombres colaboran menos de la mitad (2,74 horas), señala la última Encuesta del Uso del Tiempo del INE.
Situación que en pandemia ha empeorado: un 38% de los hombres versus un 13% de las mujeres, de 15 años y más en los hogares, dedicó 0 horas a esas actividades la última semana de julio. En promedio las mujeres dedicaron 9 horas semanales más que los hombres a tareas domésticas, indica el Estudio Longitudinal Empleo-Covid19: Datos de empleo en tiempo real.
Lo que la Iniciativa Spotlight llama “los ayudadores”, dice Alejandra Sepúlveda Peñaranda, directora ejecutiva de ComunidadMujer, “es el reflejo más claro y brutal de la tradicional división sexual del trabajo”.
Algo determinado, agrega Sepúlveda, por patrones culturales de comportamiento: hombres como los principales proveedores del hogar, mientras las mujeres asumen el rol de cuidadoras y se hacen cargo de los quehaceres domésticos, incluso cuando también trabajen fuera de la casa.
El “ayudador” nace de la construcción social y cultural sobre el rol y las funciones que se espera de las mujeres en la sociedad, explica Tatiana Hernández, socióloga del Observatorio de Género y Equidad, “de ser las únicas y las principales responsables del cuidado y de lo doméstico, a propósito de la división social del trabajo”.
Ante esa expectativa, que se acentúa en niñas, por ejemplo, en juguetes que recrean el rol de cuidadoras, se asume que los varones no son los responsables. Menos los únicos responsables, dice Hernández. Y mientras se sigan viendo ajenos a las tareas domésticas y de cuidado, ya sea de agenciarlas o de hacerlas, añade, “difícilmente van a cambiar en esa representación social del ayudador”.
El “ayudador” nace de la construcción social y cultural sobre el rol y las funciones que se espera de las mujeres en la sociedad, de ser las únicas y las principales responsables del cuidado y de lo doméstico, a propósito de la división social del trabajo, dicen expertas.
“La masculinidad hegemónica les indica a los hombres ‘ojo que esta no es tu tarea, pero puedes ayudar’, cuando en realidad somos responsables tanto hombres y mujeres, en cualquier familia o cualquier espacio”, dice Hernández.
El video da cuenta de un problema estructural, la invisibilización y desvalorización del trabajo doméstico y su feminización, señala Constanza Schönhaut, abogada de Corporación Humanas. Lo que muestran esas imágenes y frases “es expresión de un orden social que produce y reproduce estereotipos de género”.
Ellas no sólo se encargan del peso de las tareas domésticas, también del cuidado de niños y niñas. Ellos ayudan, esperando que les digan qué hacer, muestra la campaña. O simplemente no lo hacen, señala el estudio UC, que al consultar sobre las horas semanales dedicadas al cuidado de niños y niñas (solo hogares con menores de 14 años), un 57% de los hombres dedicó cero horas a estas actividades la última semana versus 27,6% de las mujeres.
Esta subvaloración del “rol femenino” tiene por consecuencia la invisibilización de la enorme carga que llevan quienes realizan estas labores, destaca la directora ejecutiva de ComunidadMujer, “en su gran mayoría mujeres, y del valor que tiene para el desarrollo de los países”.
Y el trabajo doméstico es parte fundamental de la economía. Un estudio de ComunidadMujer señala que las tareas domésticas femeninas implican un aporte de 21,8% del total del PIB, mucho más que cualquier otro rubro económico, seguido por servicios financieros y empresariales con un 11,8%.
Esa división sexual del trabajo está en la raíz de las desigualdades de género, aclara Sepúlveda. Se manifiestan en el espacio doméstico y de cuidado, y en otros. La campaña hace énfasis en uno de los problemas que deriva de esa realidad: laexcesiva carga mental que significa ser la única responsable de las tareas domésticas.
“No solo las ejecuta, sino que también debe planificar, saber qué falta, qué hay que comprar, etc.”, resalta sobre lo se conoce como la doble carga laboral de las mujeres, que se traduce en cansancio físico y emocional, y en menos tiempo para hacer otras actividades que contribuyan al desarrollo personal.
Esa construcción de lo qué significa ser hombre, no les ha hecho bien a los varones, resalta Hernández: “No les ha hecho bien relacionarse en el abuso del poder, el ejercicio ilegitimo de la violencia en las relaciones de pareja, etc. El video muestra el absurdo de la masculinidad hegemónica”.
Tomar conciencia de esta realidad es el primer paso, y es fundamental. Pero también son necesarias acciones integrales, afirma Sepúlveda, “que nos permitan reconocer, reducir y redistribuir el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado y la carga que significa para las mujeres”.
Una temática en la que es fundamental poner en el centro no sólo el deber de los hombres de asumir las labores domésticas, añade Schönhaut, “sino también el deber del Estado de generar condiciones para una corresponsabilidad efectiva”.
Atacar esta realidad requiere de cambios culturales e institucionales. Schönhaut resalta que el proceso constituyente es una oportunidad para avanzar en ello. Por ejemplo, al momento de reconocer el trabajo doméstico como parte fundamental de la economía. “Al momento de asegurar una democracia paritaria en el ámbito público y privado, al discutir el derecho a una renta básica universal o a una educación no sexista”.