La sicóloga, fotógrafa, curadora y conductora de radio La Clave se vino en los setenta de San Rosendo a vivir a la ciudad. Ahí descubrió el feminismo.

En su cuenta de Twitter, la sicóloga Kena Lorenzini (57) tiene como apodo “feminazi” con letras mayúsculas y en negritas. No recuerda exactamente el momento en que lo puso, pero cree que fue hace un par de semanas cuando Javier Bonifaz, creativo detrás de las campañas de WOM, dijo en La Segunda que “las feministas o feminazis” debían valorar que esa marca de telefonía pusiera el tema de género en el tapete aunque en su publicidad se burlen de ellas. “Está súper desinformado porque esto está dando vueltas hace rato”, retruca la también fotógrafa de revista Hoy en los 80.

A Kena Lorenzini le molesta que el feminismo se tome a la ligera. Asegura que hay mucha ignorancia y demasiados estereotipos dando vueltas, como por ejemplo creer que es una filosofía antihombres o que una feminista sólo habla de feminismo: “Soy lo menos monotemática que hay. Si ves mi Twitter, no hablo todo el día sobre temas de género. Leo de filosofía, de historia, tengo un programa de radio, soy sicóloga, soy fotógrafa… tengo 20 maneras de mirar la vida. Pero el feminismo es mi gran paraguas”.

Para ella, que la traten de feminazi es lo de menos, aunque el término sea derechamente peyorativo. “Es verdad que es una ofensa, pero en general cuando veo a lo que se refieren por feminazi me siento identificada. O sea, cuando dicen: ah, ya le dio con la cuestión de que a las mujeres las matan, feminazi… Oye, ¡si a las mujeres las matan por el imaginario machista de lo que es una mujer, que vale tan poco que se pueden matar! No sé si el gallo que mata a su pareja haría lo mismo con su hermano, ¿me entiendes? Si eso es ser feminazi entonces me interpreta, pero que te traten así tiene que ver con la ignorancia”.

¿De verdad no te ofende?
No, lo tomo como mío y digo: soy feminazi, y qué tanto. O sea, que te asocien con ser nazi para nadie es un agrado, pero le ponen tanto esfuerzo para tratar de ofenderte que eso tú lo puedes transformar. Imagínate que hace unos años era ofensivo que te dijeran lesbiana. A mí me costó, pero hoy explico tranquilamente que soy lesbiana porque no me ofende, aunque mucha gente lo diga para ofender.

¿Cómo hiciste el cambio?
Tengo mucho carrete y he reflexionado harto. Si ser feminazi es ser una mujer que se preocupa de que nos están matando, de que necesitamos que el Estado se haga más cargo, de que no puede ser que acá no se solidarice con lo que les pasa a las mujeres, soy feminazi, qué más da. Me apropio de esa ofensa. Ahora, si feminazi significa ser una mujer que quiere que los hombres se arrodillen ante ellas, les vaya pésimo y sean tratados como nos trata el machismo a nosotras, no. Pero los argumentos que escucho sobre lo que es ser feminazi no son muy diferentes a los que definen lo que es ser feminista. Lo exageran y lo usan para decirte: ah, ya salió la feminazi… Creen que diciéndote feminazi te van a dejar callada.

¿A ti te molesta todo lo que huela a machismo?
No. Si pasara todo el día pegada en el machismo no podría vivir, pero cada vez que escuchas un chistecito riéndose de una mujer –cámbiale el “mujer” por maricón, por negro, por pobre- no me gusta. No me gustan los chistes descalificadores, como tampoco los de gangosos ni de paralíticos. Sin embargo, me puedo matar de la risa con la rutina de la Natalia Valdebenito que se ríe de las mujeres celosas o de que tenemos el tránsito lento. Y si la hace un tipo, también me río. El tema es el siguiente: ¿Has visto alguna vez que una mujer se disfrace de hombre y eso sea gracioso? En cambio, basta que un hombre se disfrace de mujer para que todo el mundo se muera de la risa con la Guatona Candy, la Elvira, etc. ¿Por qué crees que pasa eso? Porque él está haciendo de una mujer, algo de lo que te puedes reír. Eso tiene un correlato superprofundo.

Ana Tijoux dijo en Tendencias que de pronto todo el mundo es feminista ¿Crees que se desperfiló el término?
Cuando todo el mundo se define como feminista le quita contenido. Pero he visto cómo el feminismo ha permeado. La Evelyn Matthei ha dicho una y otra vez que ella no hablaba de temas de mujeres como igualdad salarial o posnatal porque si lo hubiera hecho la habrían estigmatizado y no la habrían reconocido como economista. Hoy hay muchas mujeres conservadoras que se dicen feministas, pero que más bien han tomado algunas cosas del feminismo que les hace sentido.

¿Eso significa que está más light el feminismo?
Claro, mucha gente lo dice sin tomarle el peso, pero yo no soy quién para pasar el “feministómetro”: si alguien se quiere definir como tal, bien, la cuestión es que actúe en consecuencia. Pero si no lo hace, no le voy a decir: “tú no eres feminista”.

¿Crees que por dar la pelea es más fácil quedar como “la feminazi”?
Sí, pero me importa un pito. Yo creo que uno de los valores humanos es la autonomía. La heteronomía, que es estar pendiente de lo que el otro o la otra dice de ti, es lo que liquida a la mayoría de las personas. A mí la vida me ha obligado a ser autónoma porque vengo de una familia conservadora y supercatólica que estuvo de acuerdo con Pinochet. Entonces me tocó decir que no y solita.

La Carmela

Kena Lorenzini llegó a Santiago desde San Rosendo a estudiar pedagogía en la UC a finales de los 70, pero duró poco ahí. Después estudió sicología y realizó un magíster de esa misma disciplina en la UAI, pero antes que eso se puso a trabajar de fotógrafa en la revista Hoy. “Mis amigas de la UC eran todas de derecha y me decían: ‘Hoy miente’. Yo les decía: si miente, me salgo”, cuenta. En la revista le pidieron cubrir un encuentro de mujeres, en la Estación Mapocho, organizado por las mismas personas que después, en 1983, fundaron La casa de la mujer La Morada para instalar un debate sobre los roles de género y hacer conscientes a más mujeres al respecto. “Descubrí el feminismo en ese seminario. Dije ‘esto es’. Se me abrió un mundo. Ahí caché que mi vida no iba a ser casarme, cocinar y cuidar a los hijos todo el día”.

Ahí dejaste de ser la Carmela que venía de San Rosendo…
Exactamente. Lo que más me costó es aceptar el derecho de otras a decidir en temas en los que no estoy de acuerdo. Por ejemplo, yo jamás habría abortado porque tengo mis creencias y creo que ahí hay una vida o algo. Fue muy difícil aceptar que otras mujeres no pensaran igual que yo.

¿Pero las feministas son pro aborto o no?
No, no somos pro aborto, somos pro la libertad de decidir. Esto no es un deporte. Una amiga me decía: ¡cómo puedes ser feminista y antiaborto! Vengo de una formación supercatólica: un paso a la derecha y la culpa, un paso a la izquierda y la culpa… todo era malo y pecaminoso. Vivía al frente de una iglesia y si te ponías a pololear lo visaban los curas. Mi mamá hasta el día de hoy todo lo consulta con un sacerdote.

¿Te llevas bien con tu mamá?
Superbien. Es que hay cosas que con mi mamá no vamos a discutir. Pero yo la respeto. Lo que me molesta es que se quiera prohibir. Yo no haría una ley que prohibiera que las mujeres aborten si son violadas, por ejemplo. Si hay algo que he aprendido del feminismo es que el derecho a decidir de los demás, hombres y mujeres, es superlegítimo.

¿Se puede ser feminista las 24 horas del día, como dijiste una vez?
Yo soy feminista las 24 horas del día, pero eso no significa que viva como una activista todo el día. Mi feminismo es una manera de vivir que tuve que cultivar, porque yo nací en un universo simbólico supermachista. Yo misma me he pillado con actitudes machistas. ‘Ah, pegado que esta es mina’, digo cuando veo a alguien manejando mal. O con un cierto autoritarismo frente a mujeres que veo más débiles. Tengo que luchar contra eso y trato de no ser demasiado machista.

MAMÁ A LOS 50

Hace un par de semanas, Kena Lorenzini celebró con su pareja el Acuerdo de Unión Civil luego de 14 años de relación. Su pareja adoptó una niña hace tres años y anuncia que va a dar la pelea por legalizar a su hija, que tiene dos mamás. “La he criado y por supuesto que quiero ser su mamá legal. De hecho, ella tiene mi apellido”.

¿Pensaste que no ibas a ser mamá?
Lo que pasa es que yo era tan beata que nunca pensé que iba a tener hijos, siempre pensé que iba a adoptar, no sé, ocho. Hasta que adopté… como a los 54.

¿Estás feliz?
Sí. Es una paradoja, pero sí.

¿Cuál es la paradoja?
Que no es nada de fácil. La maternidad es el reto más grande de mi vida. Pasas de la fascinación de ver que tu hija descubrió la gotita cayendo en la ventana a darte cuenta de que se te acabó la libertad.

¿Qué te pasa con ser mamá a tu edad?
Me preocupa más cómo ella enfrente tener una mamá tan grande que tener una mamá lesbiana. En el mundo que a ella le va a tocar vivir y por la gente que me rodea, ser lesbiana es una posibilidad más. Pero ser vieja y achacosa, penca poh. Me da pena que no me conociera en otra época, cuando era fotógrafa más activa… Pero bueno, así es la vida.

¿QUÉ SIGNIFICA FEMINAZI?

Es un término despectivo, un insulto, que se usa en general para acusar de radicalismo y revanchismo a las feministas o para denunciar que esas ideas han ido demasiado lejos. Alude a la cara opuesta del machismo, pero al incluir el concepto nazi, tiene una carga más violenta. La palabra nació en los 90 y el primero en usarla en forma pública fue el locutor de radio estadounidense Rush Limbaugh, quien dijo que una feminazi era una “feminista que cree que lo más importante en la vida es asegurarse de que se practiquen tantos abortos como sean posibles”. Causó controversia y en esa época no prendió ni circuló mucho, pero en los últimos años, a la par con el auge que ha tenido el discurso sobre la igualdad de las mujeres en la cultura popular, este término también ha comenzado a aparecer con más frecuencia, sobre todo en las redes sociales.

Emma Watson, embajadora de buena voluntad de la ONU y organizadora de la campaña HeforShe, ha sido acusada de feminazi en varias oportunidades. En marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, dijo a la revista Esquire: “Llámame diva, llámame feminazi, llámame difícil, llámame la primera feminista del mundo, llámame lo que quieras, pero no voy a dejar de intentar hacer lo correcto”.

Mientras tanto, en septiembre del año pasado la abogada de 27 años  Charlotte Proudman recibió un mensaje privado a través de la red para hacer contactos profesionales Linkedin en que un abogado la piropeaba por su foto y ella lo denunció en Twitter con nombre y apellido por sexista, lo que rápidamente la convirtió en “la abogada feminazi”, como la llamó el diario Daily M ail, tras lo que recibió incluso amenazas. Aquí en Chile, a fines de abril Javier Bonifaz, director creativo de Divan -empresa encargada de las campañas de Wom Chile- dijo en La Segunda que “una de las cosas que tienen que hacer las feministas, o feminazis, es valorar que pusimos el tema en el tapete”. Incendio en las redes sociales.

Fuente: La Tercera